Es complicado escribir algo cuando esta todo tan caliente en uno.
Caliente desde lo visceral. En otro momento hubiese mirado la realidad con
otros ojos. No de manera indiferente,
sino de forma un poco menos comprometida. Hoy a todos nos duele lo que le pasó
a Candela. Una niña con nombre, rostro, edad. Una niña que tuvo final, no un
final feliz. Un drama familiar. Un drama que la sociedad se quiere apropiar.
Duele el dolor ajeno. Duele simplemente el dolor. Y mucho más duelen los niños
Pero el dolor pasa y la
sociedad que, llena de palabras y justicia, pide cabezas y pena de muerte.
Muchas veces (en verdad casi en la mayoría de ellas) se equivoca. El recuerdo
caliente del supuesto asesinato de una beba de tres meses en la localidad bonaerense
de Ayacucho provoco una pueblada con la indignación de toda la gente e
incidentes delante de la casa del intendente de la ciudad. Doce días después la
madre reconocería que su hija no murió en manos de delincuentes, reconociendo
que había mentido por temor.
¿Adónde es que quiero llegar
con este recuerdo? Es simple a la mezcla de lo público, con lo privado y lo
mediático. Los medios nos muestran las fotos de Candela, un diario titula “Hijos
de Puta”, los noticieros audiovisuales tratan de encontrar el momento justo en
el que la mamá de Candela ve su cuerpito. Todo esto sumado a la ingesta de sobredosis
informativa que recibimos a diario por todos los medios. Dan como resultado una
combinación sumamente peligrosa que hace salir lo peor de todos nosotros.
Lo triste es que esta sociedad,
a la que también pertenezco, tiene un nivel de hipocresía sumamente elevado. No
nos importa si una chica es violada por los más popes de un pueblo. “Si la
turrita los provoco…” Es lo que se escucha decir alrededor del fuego de un
asado. Miramos para el costado cuando la UCEP (Unidad de Control del Espacio Público)
secuestra y limpia a fuego y sangre las plazas de nuestra hermosa ciudad. Y
saca de ellas a los sucios que las ocupan. Esta en nuestros genes. Esta dentro
nuestro la posibilidad de mezclar todo.
Lo público, lo privado y lo
ajeno, lo estamos mezclando en cada uno de los post que leemos todos los días.
Pedimos justicia no solo por Candela, sino por los 30 mil que no están, por la
aparición de Julio López. Pedimos justicia para las mujeres que se mueren en
una cama de aborto clandestino. Justicia para tod@s los niñ@s que se apagan en prostíbulos
clandestinos, que están en todo nuestro país, y también en capital.
Este texto en todo su contenido
también es una mezcla. Y dentro de mí las sensaciones están mezcladas. La
indignación de lo que pasa y pasó. Y la continua manía de culpar de todo a un
gobierno que esta vez no tiene cargo de lo que paso…