domingo, 29 de abril de 2012

Salud mental I


Uno trata. Juro que uno trata. El tema es que no se puede. No se puede y no se puede. Miramos alrededor y no podes. La paranoia es generalizada. Todos buscamos cual es la salida. Tratamos de encontrar un poco de cordura donde podemos. Pero simplemente se trata de eso, de tratar de encontrar un poco de cordura.
    ¿Cómo hacemos? ¿En qué lugar ponemos nuestro estado mental, tan dañado hoy día? ¿En donde buscamos la paz que tanto deseamos?
    Si al abrir los diarios te encontras o lees alguna noticia, cualquiera que sea, tu cerebro se puede comenzar a chocarse con las paredes que lo protegen. Y así, sin quererlo, vos inocente ser humano sufrís una pérdida de conocimiento repentino que lleva a que tu salud mental sea cada vez más floja. Y esa misma acción saca de vos mismo el peor y más recalcitrado opinólogo social que pueda haber. Vos que siempre te opusiste a la pena de muerte, cuando lees que un profesor violo a cuatro alumnos y que se espera sentencia hace cuatro años pensas (muy dentro tuyo) que no estaría mal una inyección letal para esa persona. O vos, que sos defensor de las leyes y de la justicia, y que te jode que nadie se haga cargo de sus mierdas, y que la mayoría se pasen las normas por el culo; cuando lees que un alguien cobarde, con un vehículo, borracho mató a una mujer y al hijo de su vientre, que es condenado a prisión efectiva e inhabilitado a volver a maneja; sale libre y se ríe ante las cámaras que lo fotografían y es nuevamente habilitado a manejar. Vos, ser humano cuerdo y capaz de discernir sobre lo que está bien y está mal, tenés el visceral deseo de convertirte en un hacedor de destrucción general, que poco a poco va a llevar a tu cerebro a la mínima porción de molécula cuerda.
    Por eso es que mis manos hoy tomaron vida propia y se decidieron a escribir. Y hace mucho que no escribía de este modo. Mi cerebro pedía hacer esta catarsis. 

viernes, 20 de abril de 2012

Cuentas

Las cuentas. Simples cuentas. Uno dos tres. Es el primer acto. Un acto instintivo. El instinto nos hace sumar. Sumamos desde niños. Juntamos los juguetes. Enseñamos a contar como uno de los primeros actos. “Este dedito compro un huevito…” Y el niño espera que vayamos de uno en uno llegando al final con guturales sonidos de amor… Sumamos inquietudes. A medida que vamos creciendo. La suma de los sentidos y el descubrimiento de un mundo que suma tamaño. Y las cuentas se van haciendo más y más complejas. Y las sumas se hacen más y más personales.