jueves, 13 de septiembre de 2007

UNO

Uno se sienta solo en un bar y espera. Mira. Oye. Huele. Saborea. Saborea... Y espera que el tiempo pase. Y entonces, lee y escucha una vieja balada que le susurra Miles Davis. Y se sumerge en un mundo que dista de lo real. Pero es afuera donde la vida sigue. Y a uno es poco el tiempo que le queda para degustar un brebaje afrodisíaco de origen desconocido. Y es llevado tanto por la música, como por la lectura, a un paraje lejano en el que su figura lo espera.
Es en ese momento cuando una musa se nos acerca y nos toca el hombro sin que nos demos cuenta. Y nos susurra secretos que el alma lleva guardada dentro. Tan adentro que solo ella sabe. Ahí es cuando uno toma una pluma y comienza a estampar cosas (que a veces suelen tener poco sentido), o describe la voz de ella y lo que nos provoca en el corazón. O como uno se siente cuando aparece de sorpresa, y uno se tara y balbucea incoherencias delante de ella...
Y hay voces que nos dicen que uno es un ser predecible. Que uno siempre comete los mismos errores. Que se enamora de imágenes etéreas y que las heridas siempre son las mismas. Y es ahí cuando la musa vuelve a tomar la palabra con mucha mas fuerza. Y nos canta al oído, en un dialecto que solo uno conoce, una canción donde ella y uno somos protagonistas. Y la hoja, ajena e indiferente a todo lo que pasa, se va llenando de ideas, sentimientos, historias y desencuentros...
Y uno, en ese momento, se da cuenta que es, fue y será un animal de costumbres. Uno siente que está solo como un quijote frente a molinos de viento que representan aun mundo indiferente. Pero ante nuestros ojos aparecen cientos de delirantes mas. Que solo buscan lo que uno quiere encontrar. Ese lugarcito en el corazón que uno quiere. Y uno lucha y el mundo es testigo de esa lucha.
Uno quiere demostrarle que con solo mirarla a los ojos pueden viajar a paramos lejanos. Encontrarse en una isla a la distancia. Sentir que no hay barrera que los aleje. Ver que el sol, cuando solo asoma un rayo en el horizonte, crece rápido como una bola de fuego. Y que el milagro se repite una y otra vez. Que los ocasos también tienen su misterio, aunque las ciudades traten de tapar a la luna con una tenue cortina, algo sucia. Y ve como los rascacielos le hacen cosquillas a las estrellas. Y uno también ríe. Y hace que ella sonría...
Entonces nuevamente uno es uno es un hacedor de milagros. Crea en ella un movimiento de músculos. Le transmite una energía que pocos pueden entender. Comienzan a inventar un código intimo. Sin siquiera tocarse. Con solo mirarse a los ojos. Transformándonos en uno...

1 comentario:

Anónimo dijo...

este texto es el mas hermoso que he leido desde hace mucho tiempo felicito al autor siga adelante y publique muchos mas los lectores agradecidos.